fiesta de la mascletá. Imagen de petardos colgados

OPINIÓN

Viva una fiesta (la que sea)

Este artículo lo escribí el viernes día 16 de febrero de 2024.

Los españoles somos muy dados a una fiesta, nos gustan los bares y las reuniones festivas en general. Va en nuestro ADN. Se nos supone gente divertida (aunque tenemos de todo, claro está) y eso es bonito. Que nos asocien a la fiesta y la alegría es, sin duda, algo hermoso. Hemos sido capaces de ser reconocidos de forma internacional por nuestras fiestas. Claro ejemplo de ello es el reciente carnaval de Cádiz o Badajoz.

Los festejos en nuestro país están teñidos de la hermosura del arraigo (tarde o temprano seremos capaces de dejar de usar animales para nuestra diversión, tiempo al tiempo) y cada región tiene las suyas, con sus costumbres y sus significados, porque estas fiestas son nominativas de su lugar y de su historia. Así, la traca valenciana nació alrededor del siglo XVIII en Almansa y de ahí fue evolucionando a lo que hoy conocemos como una de las fiestas más populares de nuestro país y que atrae a muchísimos turistas, tanto españoles como extranjeros. Según Castellano Martí, la mascletá es un rito con el fin de acompañar a alguna celebración religiosa, debía empezar en la puerta de una iglesia y terminar de la misma forma. La evolución es clara y poca gente de la que va a disfrutar de ella se ha molestado en conocer este origen. No es obligación del turista saber, solo disfrutar, faltaría más. Solo decir, que hay muchas curiosidades alrededor de una fiesta con orígenes como esta y como otras muchas que colman nuestro territorio.

La mascletá de Madrid no será una mascletá. Podría tildarse, más bien, de algo parecido a una fiesta de jovenzuelos que se van a liar a tirar petardos a lo grande. Para más inri y desconcierto, en un lugar en el que hasta hace poco no había más que un río en forma de hilo, estancamiento y mal olor, y que se ha rehabilitado hasta el punto de atraer aves a ese lugar. Herencia de Carmena, por otra parte. Ojo clínico, me parece. Sin lugar a dudas, la ubicación elegida es un error garrafal y del que se ha hecho oídos sordos de las recomendaciones de los ecologistas (esos locos del verde).

Faltan dos días para la ansiada celebración en Madrid (ansiada al menos por su alcalde) de la Mascletá. No sé si ya está bautiza así o si se le cambiará el nombre en el momento en que deje de ser una copia, para querer aspirar a ser algo más contrita en las formas y busquen el futuro arraigo que pudiera tener en el nuevo hogar. Yo no lo encuentro, la verdad, porque solo pensando en el motivo ya me parece ridículo.  Y es que mucho se está hablando del lugar en el que se va a llevar a cabo la mascletá del Sr. Almeida, porque esto me parece claro, es suya y no de los madrileños desde el momento exacto en que manifestó en voz alta: “esto lo hago yo en Madrid” o algo parecido, aunque llevara condiciones que al final hayan sido propicias para el cumplimiento de tan manso capricho. El alcalde de Madrid parece haber convertido la ciudad en su patio de juegos y anda en un culo veo, culo quiero, que no parece importunar a nadie. Tiene libertad para ir importando fiestas y errores valencianos a diestro y siniestro, con que si mascletá o F1(haciendo valer, en este último caso, una capacidad festiva envidiable y olvidando el perjuicio de una deuda inmensa para sus ciudadanos). Me pregunto si lo mismo es que se ha confundido de alcaldía y en realidad sueña con optar por la valenciana, cuestión que se contradice abiertamente en sus manifestaciones de madrileñismo.

El lugar elegido es un error garrafal, eso por descontado, pero es que no sé si hay algún lugar adecuado fuera de Valencia para una fiesta valenciana. En Madrid, esta fiesta no tiene ningún significado más allá del ruido y la aglomeración o el mérito que pretende adjudicarse su ideador del que, por otra parte, me parece fascinante la capacidad caprichosa dada la responsabilidad para con su pueblo, su ciudad y lo que parece su cortijo. Este hecho me suscita la pregunta de si ha tenido en cuenta algo más, que no sea su propia voluntad de mostrar sus capacidades festivas.

Como decía, las fiestas españolas tienen un arraigo profundo y significan historia, pero en Madrid, de aquí a poco y como siga la misma línea, va a ser una exposición de festejos populares. Es posible que no vaya a más y se quede en el día de los petardos, pero ¡ay, como no sea así! Aún nos queda la esperanza de que al señor Almeida le guste viajar fuera de España, que pueda optar por visitar países de su conveniencia o curiosidad y con un poco de suerte, lo mismo dentro de unos años estamos celebrando la Feria Kirmes alemana, aunque no lo veo yo plantando árboles, la verdad. Ojalá. Ojalá.

Nia Estévez Portillo
Escritora.

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