#49 Marruecos. Gatos.

Badajoz sustenta su fundación en el mundo árabe. Ibn Marwan decidió asentarse en el cerro de la Mula y crear allí una ciudad y levantar una Alkassaba que hoy en la más grande de Europa (de origen árabe). Dicho esto, me parecía un halago que me confundieran con una marroquí, no sé qué encontraban en mí que les recordara a sus propios rasgos, pero me gustaba.

En otras vacaciones en Granada, con su correspondiente visita a la Alhambra, nos dimos cuenta de que los gatos estaban muy presentes y muy cuidados a pesar de vivir en la calle. Esto también pude apreciarlo en Ceuta. La gente les da de comer y les pone agua. En Marruecos les sacan cojines a la puerta de las casas para que descansen o incluso los ves recostados en las alfombras de oración dentro de los establecimientos. Se sientan en la silla de al lado, en tu mesa del restaurante cuando estás en la terraza y a nadie le importa, ni le molesta, ni le causa ningún problema. Me encanta. De verdad que me encanta.

¿Qué le pasa a los árabes con los gatos? Pues eso me preguntaba yo. Tanto gato orondo y feliz por sus calles, que no se asustan a tu paso, más bien se tiran a tus caricias… Pues bueno, parece ser que El Profeta profesaba amor por los gatos, se les relaciona con facultades místicas y además se asocian a la limpieza. En definitiva, las calles están llenas de mininos preciosos, cariñosos y bien cuidados por todos los ciudadanos y es un placer encontrarlos acostados por todos los rincones.

Este minino nos observaba pasar desde una casa en Chefchauen. Me paré a acariciarle y me agradeció las caricias con el posado de la foto.

Ya que el gato nos ha movido a Chefchauen (mirar entre montañas, según Mohamed) aprovecho para asomaros a ese pueblo situado, desde la perspectiva de su plaza, entre dos montañas que pareciera que lo respalda.

Todo el pueblo es cuesta arriba. Varias horas andando arriba y abajo, y no me enteré. El pueblo azul. Así es como se le conoce entre los turistas, y por qué es azul, pues porque sus habitantes lo pintaron así para ahuyentar a los mosquitos, porque no hay mosquitos en Chefchauen. Azul antimosquitos y blanco para el calor.

Entrar en ese pueblo en cambiar de vida, de mundo, de piel. El azul brillante hace que todo se ilumine, incluido tú, porque al pasear por esas calles se te llena el corazón de algo muy parecido a la felicidad misma. Qué será lo que tiene ese pueblo. Quizás sea el color, la gente, yo no lo sé, pero me quedaría a vivir allí donde todo es paz. Se vive despacio, porque la “prisa mata”. Se sube y se baja despacio, se come despacio, se siente Chefchauen.

En todas partes te dan la bienvenida al pasar y te dan la mano, te preguntan de donde vienes y si saben tu idioma o alguien cercano lo sabe, corren (literalemente) a llamarle para comunicarse contigo. La amabilidad es absoluta, el acogimiento es sincero y eso se nota desde el principio.

Minino descansando

Tengo muchas fotos de mininos, pero solo os dejo alguna porque si las pusiera todas no me cargaría la página. Lo mismo con el resto. Son un total de 471 fotos con mi Nikon y pocas me parecen.

Mañana otra entrada y más cositas.

Nia Estévez Portillo

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