#48 Marruecos (guía rápida de mi viaje)

He pasado cinco días entre Tánger, Tetuán y Chefchauen. Ha sido una experiencia llena de colores, sabores y sensaciones preciosas, que he ido recogiendo en fotografías. Iré contando algunas de las experiencias que he vivido allí y mostraré las fotos que las recogen para acercaros más a un pueblo hermano y romper los prejuicios que se crean sobre ellos de la forma más injusta.

El trayecto de este viaje rondará los 1260 km, según Google Maps y sin contar los desplazamientos por la zona. Es decir, eso solo en ida y vuelta, en el coche y el barco. Suerte, por otra parte, que no me mareo en ninguno de los transportes porque si no hubiera sido un infierno.

En 2008 estuve en Tetuán un par de días y me dejó un sabor de boca amargo y una espinita en el corazón que tenía que quitarme. De sobra ha salido esa espina y ha curado el agujerito porque, no solo quiero volver, además, quiero adentrarme más en sus gentes, su cultura y llegar al desierto. Lo cierto es que el viaje barato no es, pero ya estamos dándole vueltas a como abaratarlo para llegar más abajo en la zona de África.

Uno de los primeros sitios que visité al llegar a Tánger fueron las Grutas de Hércules (https://goo.gl/maps/RhTNCGUh5SwW4bSk7). Es una cueva pequeña pero con una historia muy divertida. Recomiendo contratar al guía con identificación de la puerta (por apenas 50 DH, que son unos 5 euros) para que te enseñe los recovecos y te cuente cosas sobre el lugar.

Según la leyenda, estas cuevas fueron concebidas como consecuencia de un trabajo de Hércules, que consistía en robar manzanas del Jardín de las Hespérides.

Hércules agotado tras una larga travesía, paró a descansar en un enclave del océano Atlántico. Pero, Anteo, el dios del mar, acudió al enclave donde se encontraba Hércules y lo expulsó, alegando que estaba en su territorio. Así, ambos dioses se enzarzaron en una gran pelea de la que Hércules salió victorioso y en la que encerró al dios Anteo en la cueva, que selló con una piedra de manera permanente.

Tinga, la mujer de Anteo, se acercó a Hércules desesperada para preguntarle dónde estaba su marido, y tras explicarle lo sucedido y hechizado por su belleza, le pidió matrimonio. Ella aceptó, pero con la condición de que el dios le realizara una prueba de amor: acercar las cálidas aguas del mar Mediterráneo al océano Atlántico. De esta forma, Hércules separó los continentes de Europa y África, dando lugar al estrecho de Gibraltar.

El guía de la foto de arriba, al que llamo Mohamed, siguiendo su broma sobre nombre comunes, nos hizo reír tanto que casi agradecemos más sus bromas que la guía en sí misma. Nos llamó Antonio guapo, niña bonita, mamá jefa, entre otras, a pesar de haber preguntado nuestros nombres, y lo hacía con tanta gracia que no quedaba más remedio que seguirle el juego alegremente. Nos pedía la cámara y los móviles para plasmar nuestra visita a la cueva y fotografiaba desde varios ángulos a cada uno por separado y a todos en grupo. Yo estaba esperando que el cualquier momento soltara algo, así como “venga mamá jefa, dámelo todo que la cámara te adora”. Qué crack. Se ganó una propina más que de sobra (el tema de las propinas es importante)

En Tánger hay un contraste constante entre la pobreza y la riqueza. Puede verse a simple vista en las calles, los edificios, la gente. En una ciudad que se está europeizando, que es cosmopolita y muy muy turística, notamos el pleno apogeo de su crecimiento.

Puedes encontrar un edificio de nueva construcción acristalado, adosado a otro que parece tan viejo como el propio mundo. Desde mi edificio, a apenas unos 300 metros, se levantaba el Hotel Hilton y el Hilton Garden, lo que nos descubrió, junto a algunos paseos por la zona, que estábamos en una zona alta de la ciudad. A veces lo parecía, a veces no. De ahí el contraste continúo que comentaba antes.

No os voy a dar muchos detalles sobre los lugares que visité (para que lo veáis por vosotros mismo si podéis ir), pero si viajáis hasta allí, y queréis descubrir a los verdaderos habitantes de Tánger, es casi obligado el paseo por el Zoco grande de la ciudad.

El regateo, que es casi obligatorio y además les divierte, es un deporte de riesgo para el comprador, que juega con desventaja, aunque es verdad que, después de algunas compras, se le acaba cogiendo el tranquillo, más o menos. Prepara Dirhams, la moneda de allí, a montones, que los vas a necesitar.

El olor del pescado fresco, de las piezas de carne enormes colgadas de ganchos, de las especias, del cuero, se mezclan creando un olor nuevo que se impregna en la ropa y está siempre presente en el aire. Huele bien. Siempre.

Marruecos es otro mundo (más hermoso en su gente que el nuestro).

En la foto de arriba, ese montón de color marrón con un palo incrustado es jabón y el puesto abarca un par de fachadas. Por otro lado, deciros que las apariencias allí engañan a otro nivel. Puedes encontrar una puerta pequeña, en la que casi tienes que agacharte, repleta de bolsos de cuero colgando de su marco y cuando te decides a entrar empujado casi siempre por la insistencia de su propietario (mirar es gratis, te dicen), entras a una mansión de cuatro plantas con tapices, kilims, baúles, espejos, puertas…
Todo artesanal, con balaustradas de madera espectaculares, que deja la boca abierta y los ojos asombrados.

Las calles están nombradas en árabe y francés, aunque encontré referencias españolas por doquier y es que allí estaba el protectorado español y francés (1912) y aún hoy hay constancia de la presencia española es sus calles y en sus gentes.

El museo La Kasbah de arte contemporáneo y culturas mediterráneas fue antes palacio de varios reyes y emperadores desde antes de los romanos, pasando a ser una cárcel. Uno de los arcos de su calle aledaña se llama la puerta de la Felicidad (Bab Haha), porque era el camino que tomaban los presos que salían hacia la libertad.

Puerta de la felicidad (salida de la cárcel que ahora es el museo)

Allí, al lado, sobre una piedra enorme tallada en plano, me encontré a un personaje al más puro estilo Aladdin. Lo que tiene en la mano este señor es una víbora, pero había una cobra negra que se abría dejándose ver en todo su esplendor. Espectacular.

De momento hasta aquí. Hay más, mucho más en Marruecos, pero no os lo voy a dejar todo en una sola entrada, así que paro aquí. Mañana más cositas.

Nia Estévez Portillo

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