LA ABUELA BICICLETA

Siempre formó parte de los momentos especiales de la familia. Estuvo presente en los acontecimientos más divertidos que puedo recordar.
Apareció alguna navidad, bajo el pino artificial que gobernaba el salón por aquellas fechas. Inmediatamente eclipsó a todos los demás paquetes. La forma que se adivinaba bajo aquel papel, que era mucho, me puso nerviosa y acabé necesitando ayuda para retirarlo todo y dejarla al descubierto. Al admirarla, rompí a llorar. Recuerdo sus formas perfectas, su color, su tamaño; me parecía gigante, por aquel entonces no llegaba al suelo. Me había hartado de pedirla y por fin estaba allí.
Bien, pues desde ese día fue mi mejor amiga, me acompañó a todas partes y fue compañera, también, con el paso de los años, de mis hijos, con ella aprendieron tanto como yo. Ahora, sin embargo, la observo triste, apoyada en un rincón. Puedo apreciar el paso del tiempo en la herrumbre que la adorna, en la pérdida de su color. Está sola, está vieja. Pero cuando la miro me alegra el corazón por lo vivido. Los tiempos que corren nos obligan al abandono y a la adquisición nueva, pero hacer esto, le robaría la esencia al recuerdo, al hecho mismo de salir con ella, de disfrutarla.
No lo dudo ni un minuto más, acerco el bote de pintura y el cesto de mimbre que colocaré delante, sobre el manillar, y me pongo manos a la obra. En un par de días recobrará su color y abandonará ese rincón para volver a la calle y llevarnos a toda la familia, otra vez a aquellos tiempos en los que, las cosas, y lo que nos hacían sentir, eran eternas.
Nia.
Participante y elegido en el reto de la Edición 45 de @pceudonimos.

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