#45

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La confianza me anegó por dentro y su peso me ayudó a no levantar los pies del suelo. Las palabras bonitas nos pesan menos que las feas, por eso aprendí a cerrar el saco, para que no se escapara ninguna.

De vez en cuando las repito como quién relee una carta, las aprieto contra el pecho y me las dejo dentro, al calentito. Se inclina la balanza hacia lo bueno y yo observo desde cerca el movimiento, sonrío por dentro, no quiero que lo confunda con ego. No es ego, es gratitud.

Nia Estévez Portillo

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